BASES BÍBLICAS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA ÉTICA SOCIALISTA (I)
Ramón Castillo
ramoncas3@cantv.net
La Biblia contiene numerosas referencias en torno a las relaciones económicas colectivas casi siempre bajo la perspectiva de la contradicción entre ricos y pobres. Desde los relatos del Génesis, Dios responsabiliza al ser humano –representado en Adam y Eva- por la administración de la creación a favor de la comunidad humana. En el libro de Éxodo, donde Dios libera a su pueblo de la esclavitud de Egipto aparece de una manera clara, la semilla de la lucha contra la opresión. Las instituciones de Año Sabático y el Jubileo (Éxodo 23:10-11 y Levítico 25:1-7) establecían una legislación social que ponía límites a la explotación de la tierra, planteaba la liberación de los esclavos, protegía a los refugiados y favorecía la igualdad social mediante una distribución más justa de la propiedad. Son numerosas las prédicas de los profetas bíblicos contra toda clase de injusticia, el maltrato a los asalariados y jornaleros y sobre la necesidad de establecer relaciones económicas y comerciales aplicando restricciones a la propiedad. Además, son incontables los llamados a proteger y defender a los débiles sociales. (Isaías 1:5, 3:15, 5:8-9; Jeremías 22:13-14, 39:10; Amós 2:6-8; 4:1; 5:11-12: 6:1-9; 8:4-6). Por su parte, Jesús no deja lugar a dudas respecto a su opción y preferencia por los pobres mediante actos concretos de solidaridad con los excluidos. El énfasis de Jesús a favor de los oprimidos y la justicia social sólo se compara con su dura prédica contra la avaricia y los groseros privilegios de los ricos y de sus aliados religiosos adoradores del dinero y la riqueza, merecedores, incluso, de la condena eterna. (Lucas 4: 14-20, 12:15; Mateo 6:24). Si bien la Biblia no contiene un programa económico, defiende una economía del compartir donde la función de la riqueza, la propiedad y el dinero se supedita al bienestar común y no al contrario. De allí que sea mucho más coherente identificar el movimiento inaugurado por Jesús con los valores propios del socialismo, que con la explotación propia del capitalismo.
Fue, precisamente, el movimiento de Jesús el que inspiró a las primeras comunidades cristianas a organizarse con una visión y una práctica comunitarista y solidaria de la vida (Hechos Caps. 4: 32-37))
Ciertamente, se trataba de un comunitarismo muy primitivo y no de un experimento político fundamentado en la propiedad de los medios de producción, tampoco suponía relaciones comunitarias perfectas y sin traumas. -Véase el caso de Ananías y Safira implicados en un hecho de corrupción que fue enfrentado por los mismos Apóstoles (Hechos 5: 1-11)); pero estas dificultades no le quitan valor al proyecto de la Iglesia primitiva de Jerusalem donde sobresalen los valores del amor la solidaridad, la corresponsabilidad, el respeto mutuo, la búsqueda del bien común, el compartir, el humanismo, la sencillez como estilo de vida y la apertura al prójimo. Aunque no se trata de calcar esta experiencia primigenia, debe ser tenida como una referencia inspiradora por su gran sentido histórico liberador. (Hechos 2:44-46; 4:32-36; 5:1-10; Santiago 1:9-11, 27; 2:1-8; 5:1-6)
Por eso duele cuando uno ve a ciertas las iglesias convertidas en empresas privadas, desprovistas de amor y compromiso social, emulando el modelo capitalista, presas de la ideología del crecimiento numérico, del caudillismo y el mesianismo; atadas a la idolatría de la prosperidad económica como un valor fundamental. En realidad, las iglesias ni siquiera pueden estar satisfechas con ser espacios de servicio y consuelo individual, orientadas al mantenimiento del status. Necesitan convertirse en espacios de resistencia a todo tipo de opresión e idolatría del mercado y el dinero, en espacios de anuncio de la esperanza del Reino de Dios, que ya está entre nosotros; y de denuncia y rechazo al neoliberalismo globalizado y opresor.
“La opción por el pobre es parte fundamental de una espiritualidad que se niega a ser una especie de oasis, y menos todavía una escapatoria o un refugio en horas difíciles (...) se trata de un caminar con Jesús que, sin despegar de la realidad y sin alejarse de las trochas que recorren los pobres, ayude a mantener viva la confianza en el Señor y a conservar la serenidad cuando la tempestad arrecia” [1]
[1] Gutierrez, Gustavo, “Seguimiento de Jesús y Opción por el pobre”, cit por Boletín Ecuvives, N° 19
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