EL PROYECTO DE DIOS PARA EL HOMBRE ES UN SOCIALISMO
Luis Guevara
No intento inculcar terror ni escándalo en mis lectores, sean o no cristianos. Mucho menos coartar su libertad para seguir creyendo aquello que siempre han creído. Quizás al leer este escrito se produzcan sorpresas explicables, debido a las enseñanzas tradicionales y los códigos aprendidos y repetidos a través de los años. Solo busco hacer un corto recorrido por los más significativos actos portentosos de Dios, plasmados en las Sagradas Escrituras.
Estoy convencido de que la historia sagrada revela que Dios tiene un Proyecto para la humanidad, extensivo también al cosmos, a la creación y a la naturaleza, tal como lo indica el apóstol Pablo en su carta a los romanos, capítulo 8. Esta “La creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora…” “…para ser liberada de la esclavitud de corrupción y nosotros, también gemimos esperando la adopción, la redención de nuestros cuerpos”.
Sostengo que este Proyecto divino continúa revelándose a los hombres a través de la historia y de algún modo está llegando también a nuestra propia realidad histórica.
El Proyecto de Dios atañe no solo a los hombres, sino también a los sistemas y estructuras, sean políticos, sociales, económicos o religiosos y al referirse a las estructuras o instituciones de poder Dios las llama a regirse por su Proyecto y las condena por sus desviaciones.
En la Biblia hay una hermosa variedad de términos que nombran o caracterizan el Proyecto de Jehová, el Proyecto de Dios o el Proyecto de Jesús. En muchas ocasiones se le llama el plan de Dios, el Reino de Dios, el evangelio o buenas nuevas, el año agradable del Señor, la salvación, la buena voluntad de Dios. Este escrito usa además, términos tales como: un humanismo, la liberación, la dignificación del hombre, la esperanza del hombre, pero, por varias razones he preferido denominarlo “Un Socialismo” (no reducido exclusivamente a lo político).
La idea es crear un punto de encuentro lingüístico, accesible al lector; un tipo de hermenéutica para hacer comprensible la revelación de Dios en este tiempo y realidad. Es un enfoque teológico centrado en el hombre, en un contexto histórico. Insisto en que la comunicación del mensaje bíblico debe hacerse accesible al lector en su propio contexto. De otra manera se hace incomprensible, abstracto o ambiguo.
Declaro que los escritores bíblicos, tanto del A.T. como del N.T. realizaron esta tarea maravillosamente y presentaron sus escritos en el marco de su realidad histórica. Los escritores del A.T. lo hicieron tomando como marco referencial al Dios que actúa en la historia del pueblo judío. Los del N.T. por su parte, actualizaron dicha acción divina a través de la vida y ministerio de nuestro Señor Jesucristo y su iglesia, considerado ahora como el nuevo pueblo de Dios.
Lo que sigue es un conjunto de varios párrafos donde de manera muy sintética presento algunos de los bloques bíblicos que aluden al diseño del Proyecto de Dios para el mundo y cómo éste delinea un socialismo.
Primero, La génesis del Proyecto se encuentra en la misma creación original, presentada en los primeros capítulos del primer libro de la Biblia. Allí Dios creó todas las condiciones humanas adecuadas para que la primera pareja viviera felizmente. El deseo de Dios era que estas condiciones perduraran para el resto de las generaciones. Dios mismo estableció los principios y valores bajo los cuales debían regirse. Eran valores de justicia, igualdad, amor, fraternidad y solidaridad.
El gran plan de Dios era que esta pareja y todos los seres humanos disfrutaran de bienestar pleno. Consideró que no era bueno que Adán estuviera solo y le hizo ayuda idónea. Luego los nombró mayordomo de todo lo creado y les ordenó regirse por el Proyecto divino. Cada uno debía cumplir su parte y así vivirían eternamente. Pero ellos desobedecieron. Al cambiar el plan original de Dios retornó el caos. Dios les castigó. Fueron expulsados del jardín donde reinaban las condiciones de vida. Pero el Proyecto de Dios no se paralizó. Ya en este momento comienza a visualizarse la figura de Jesús.
Segundo, surge luego un importante personaje, Abraham el patriarca, extranjero, de Ur de los caldeos, hombre rico, pero a quien se le pide que deje todo para seguir bajo el Proyecto de Dios. Esa exigencia era equivalente al caso del Joven Rico en el N.T. a quien Jesús le pide que se despoje de su riqueza, la entregue a los pobres y le siga. Abraham seguía sin comprender totalmente el propósito de Dios, pero hizo lo que entendió era la voluntad de Jehová, “sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8). Era un viaje, un camino; era como una utopía, un proceso sin todavía conocer cuál era el final. Estaba claro que el proyecto exigía Fe y obediencia, porque era un compromiso. Mientras tanto el Dios Jehová seguía actuando, inundándolo de bendiciones tanto materiales como espirituales. Era la forma de Dios revelarse a él en ese medio y tiempo. Abraham luego es tomado como ejemplo de fe y obediencia y el propio pueblo de Israel comenzó a identificarse con él confesándolo como su padre. El plan de Dios tenía un final desconocido.
Tercero, pasando a otro escenario. En la historia bíblica nos encontramos con la Ley mosaica. Perfecto tratado de un claro humanismo. Un tipo de socialismo centrado en la justicia, la igualdad, la inclusión y la opción por los pobres y los necesitados. Era una ley amplia que cubría no solo favorecer las necesidades inmediatas del hombre, sus relaciones con los demás, sino que buscaba el bienestar integral de la comunidad, extendiéndose hasta su entorno, su ambiente. La ley le dio mucha importancia a la tierra y sus riquezas, estableciendo una utilización humanitaria para explotar sus recursos. Se creó el llamado año sabático donde la tierra pasaba automáticamente a un estado de reposo para reenergizarse y el año del jubileo. En ese momento había libertad para los esclavos, perdón de todas las deuda.
La Ley le dio importancia a la salud y bienestar físico del pueblo, estableciendo normas claras para evitar enfermedades, epidemias y endemias. Estableció un sistema de regulación de la alimentación, como aspecto básico para una buena salud. Estableció un sistema de justicia y derechos humanos para proteger a los extranjeros, los delincuentes, los presos. Se crearon las “ciudades de refugio” para acoger aquellos homicidas que cometían un delito accidentalmente o sin mala intención y aquellos que eran perseguidos injustamente. Esta ley humanitaria tenía todos los elementos básicos de un socialismo puro.
Cuarto, viene luego el periodo de los jueces. Estos eran elegidos democráticamente por todo el pueblo. No existían diferencias de género. La mujer podía ser jueza al igual que el hombre. Todos los problemas se dilucidaban en forma comunitaria y siempre para el bien de los habitantes. El juez o la jueza debían estar muy bien vinculados con el Proyecto de Jehová, el cual establecía el derecho y la justicia como norma fundamental y condenaba los juicios por intereses personales. El pueblo se unía ante cualquier amenaza externa para defender su autonomía y mantener su bienestar. Igualmente castigaba duramente la traición y la falta de solidaridad. Los jueces o juezas eran respetados y apoyados por sus decisiones.
Quinto.
El periodo de los reyes se impuso sin la buena voluntad de Dios, por desobediencia del pueblo, pero igualmente continuaba rigiendo el mismo Plan de Dios. La prosperidad y felicidad del pueblo dependía del comportamiento del rey. Si el rey hacía lo malo delante de Dios, es decir, si no seguía su Proyecto, entonces el pueblo sufría calamidades por castigo de Dios. Al contrario, si hacía lo bueno delante de Dios, entonces el pueblo progresaba, se desarrollaba y recibía el favor y las bendiciones de Dios. Fue un periodo de muchas pruebas del Proyecto de Dios. Pero los buenos reyes como David y Salomón, en sus libros, Los Salmos y los Proverbios reconocían y divulgaban en forma amplia lo que entendían ser el Proyecto de Dios. El Sal. 41 es un buen ejemplo: Dios promete bendecir al que hace justicia al pobre y al necesitado, “Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida. Será bienaventurado en la tierra…”
Dios se declara el Salvador del pobre, el que levanta a los oprimidos (Sal. 145:14 y 113:7-8). Los Proverbios de Salomón siguen la misma línea: “hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio” (Prov. 21:3). Dios condena al que aborrece al pobre, “El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído” (21:13).
Dios condena al que explota al pobre “El que oprime al pobre para aumentar sus ganancias, o que da al rico, ciertamente se empobrecerá” (Prov. 22:16). Dios defiende la herencia de los débiles, “No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos; porque el defensor de ellos es el Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos contra ti.” El Proyecto de Dios es una clara opción por los pobres y él defiende su causa. La firme intención de Dios es que no exista ningún tipo de discriminación, más bien, que reine el amor, la igualdad y la justicia. Eso es un socialismo.
Sexto. Los Profetas del A.T. entendieron los diversos tipos de desviaciones que aplicaban los grandes dirigentes políticos y religiosos del pueblo judío y que eran contrarias al Proyecto de Jehová. De allí que el mensaje de los profetas se centraba en dos elementos importantes para rescatar el Proyecto de Dios. En primer lugar, la denuncia. Los profetas desenmascararon las injusticias que aplicaban los reyes, los sacerdotes, los latifundistas y los comerciantes con el pueblo. En segundo lugar, le hacían un insistente llamado a arrepentirse de sus pecados. El mensaje de los profetas era: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isa. 1:16-17).
Los llamaban a volverse a Dios, a retornarse al Proyecto divino que estaban descuidando. En el mensaje de los Profetas, Jehová solo puede ser conocido en la justicia a los débiles (pobre, viuda, desamparado, huérfano, extranjero, marginado, etc.) Este mensaje llega a defenderse de tal manera que los profetas descartan, en el nombre de Jehová, al templo como centro religioso y todo lo que allí ocurría, mientras no hubiera justicia con los débiles primero.
Es una pauta que siguieron también los profetas menores como Amós, Oseas y Miqueas. Ellos dirigieron sus mensajes principalmente a los jueces que debían aplicar la justicia y el derecho rectamente, pero al contrario, estaban admitiendo soborno, robándoles las propiedades a los pobres y extorsionando al pueblo. Asimismo se dirigen a los comerciantes; éstos debían cobrar precios justos por sus ventas y contar con pesos y balanzas equilibradas, sin embargo las balanzas eran adulteradas.
Este tipo de especulación e injusticia era condenada como un anti-socialismo, una falta de respeto y consideración por los más necesitados. Desde tiempos atrás ya el sabio Salomón había declarado al pueblo que en el Proyecto de Dios el peso y la balanza justa eran de Jehová, pero las medidas falsas le eran abominación (Prov. 11:1, 16:11 y 20:10).
La denuncia contra los injustos y especuladores en los profetas del siglo VIII estaba centrada en que ellos “habían menospreciado la ley de Jehová, no guardaban sus ordenanzas, andaban hablando mentiras; eran tan injustos que se atrevían a vender al pobre por un par de zapatos”. El profeta Amós es fuerte contra los que no acataban el Proyecto de Jehová y en sus denuncias sobresalen cuatro grandes pecados: el lujo de la clase alta, que se observa sobre todo en sus magníficos edificios y en su forma de vida, la injusticia de los explotadores de los pobres, lo peor de todo es que esta situación solo pueden permitírsela los ricos a costa de los pobres.
La falsa religiosidad, con la cual pretendían esconder sus propias injusticias. Algunas expresiones de Amós son: “Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes…”(2:7). Lo peor era que los injustos luego se iban a los centros de adoración a Jehová para ofrecer sacrificios, pagar sus ofrendas y hacer sus oraciones. Lo cual también es condenado por Jehová como un acto sacrílego, abominable, que él aborrecía y no aceptaba. Miqueas sintetiza su mensaje diciendo: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (6:8). Una nueva invitación a retornar al Proyecto de Jehová. Un Socialismo así debía mantener y regirse por estos principios y valores.
Séptimo, ahora intento hacer un corto recorrido por el N.T. El principal ejemplo lo encontramos en el propio Jesús. Jesús se ubica en la misma línea de los profetas del A.T. Su vida, ministerio y enseñanza revelan su estrecha vinculación con el Proyecto de Dios. Con Jesús ya no se trata de una reforma dentro del judaísmo como religión oficial, pensando que solo se podían corregir algunos defectos. Jesús proclama una transformación radical. Es una vuelta completa hacia el hombre, su condición humana y su situación personal-social. El Reino de Dios, como mensaje central de Jesús, no es más que una opción por los pobres (enfermos, hambrientos, endemoniados, las mujeres, los pecadores, etc.).
En el reino los pobres son bienaventurados. El amor y la justicia hacia los pobres y los más necesitados es tema central del evangelio de Jesús. La clave para interpretar el socialismo de Jesús la encontramos en Luc. 4:18-19, cuando dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.” Jesús declara cuál es su misión en el mundo y esa es la misión que asumió y cumplió durante su ministerio. Así lo comprobaron los discípulos de Juan el Bautista (Mat. 11:5) y fue lo que luego testimonió la iglesia primitiva mucho tiempo después de la resurrección (Hech. 10:37-39).
Octavo, la Cristología humanista de Pablo resume perfectamente todo el mensaje de las Epístolas paulinas. Pablo utiliza una clave antropológica basada en la gracia de Dios y desde allí plantea una cristología humanista. La gracia se identifica con la liberación del hombre. La gracia es el punto de partida de la condición humana. Para él, todos los seres humanos están en igualdad de condiciones ante Dios (tengan la ley o no).
Es un perfecto humanismo. Nadie tiene justificación para dejar de amar. El cristiano no tiene otra ley, más que amar, y de manera creadora y concreta. Cada cristiano va a construir amor frente a las necesidades del prójimo, de los seres con quienes compartimos nuestra existencia. El amor auténtico se expresa en la vida social, exterior, comunitaria y no cae en el facilismo y la comodidad.
La Carta a los Romanos presenta una “vuelta” a la historia, en el sentido de la búsqueda de la madurez cristiana; es decir, una que invita al cristiano a comprometerse activamente en amor hacia el prójimo, pero sin vanagloriarse en su propia religión (como hacían los judíos, ver Rom. 2:17 en adelante) ni tampoco en una solución de tipo mágico que se desprende de lo histórico. Para Pablo el reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Señor.
Eso es un socialismo. Pablo presenta una transformación de la conducta humana perceptible. La idea es hacer a los hombres solidarios, en respuesta al Plan de Dios para el mundo.
Por razones de espacio, dejo sin tratar el aporte de las cartas no paulinas. Recomiendo mi escrito sobre EL SOCIALISMO EN LA EPISTOLA DE SANTIAGO. Igualmente dejo sin mencionar el importante aporte de las Epístolas de Juan y el mensaje socialista en el libro de Apocalipsis.
En conclusión, Dios no es solo un Dios personal, sino también uno que se relaciona estrechamente con el mundo. Es Señor de la historia y tiene un Proyecto dirigido al bienestar humano en forma total, que contempla también la liberación de la creación.
El Proyecto de Dios se dirigió especialmente a favor de los débiles (las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los marginados, etc). Si en el A.T. el Proyecto se realizó en la historia del pueblo de Israel, en N.T. el Plan de Dios se plasma en la persona del Señor Jesucristo.
Este asume el gran proyecto de amor, justicia, solidaridad, igualdad e inclusión. Todo lo hizo en una clara opción por los pobres y los necesitados. Esto lo llevó a tener que luchar contra una falsa religión promovida y sostenida por los fariseos y escribas. Los fariseos eran los piadosos, los religiosos y su fama de santidad impresionaba. Los escribas ostentaban títulos para ser reconocidos como auténticos intérpretes de la ley de Israel.
Allí estaba la amenaza y el peligro. Ellos eran unos manipuladores y mantenían al pueblo oprimido. Jesús no soporta la opresión de unos hacia los otros y va en defensa de los débiles, los indefensos, los pobres de la tierra, en la misma línea de los profetas del A.T. Jesús provocó una ruptura total con los protagonistas de esa apariencia de santidad. Jesús se libera y libera a los suyos, de las instituciones religiosas en que los escribas mantenían prisionero al pueblo.
A Jesús no le importó autorizar a sus discípulos para recoger espigas en sábado, sanar a un hombre con la mano seca y curar a la pobre señora encorvada. Esto fue una provocación contra los dominadores que no permitían una acción a favor de un enfermo en día sábado. Sino que estaban regidos por reglas de pureza y falsa piedad, a lo cual Jesús no se somete. Esto genera un escándalo entre los grandes líderes del pueblo. Por esta causa Jesús murió. Los grandes líderes animaron al pueblo para que lo crucificaran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario